Otro mundo sigue siendo posible

por | Oct 30, 2023 | Reflexiones | 0 Comentarios

La Aberratica Idea del Sionismo de Matar en Nombre de Dios.

En medio de un mundo envuelto en las sombras de la deshumanización, donde las guerras parecen no tener fin y el sufrimiento de los más vulnerables, los niños, es un eco constante en nuestros oídos, se alza la necesidad imperiosa de despertar del letargo impuesto por un sistema opresivo que se cierne sobre nuestras vidas. Es un mundo que nos recuerda de manera perturbadora las visiones proféticas de Aldous Huxley en su obra “Un Mundo Feliz”, donde la libertad individual es sacrificada en el altar de la estabilidad y la comodidad, y la deshumanización es una realidad palpable.

La religión, en su esencia, es un sistema de creencias que busca guiar a las personas hacia la virtud, la compasión y la espiritualidad. La mayoría de las religiones principales promueven la paz, la tolerancia y el amor al prójimo como principios fundamentales. Sin embargo, a lo largo de la historia, algunos individuos como el sionismo  y otros  grupos han distorsionado estas enseñanzas para justificar actos de violencia en nombre de sus dioses y reivindicar tierras que ocupan ilegalmente reivindicadola después de  2000 años. Los Judíos cabe decir que no están de acuerdo con ello, solo el sionismo genocida actual tiene este comportamiento, no es lo mismo. (En el momento de escribir este articulo han asesinado a 5.000 niños). Como no es lo mismo condenar a Hamás que justificar sus acciones con un genocidio.

En medio de la ciudad de Gaza devastada por la guerra, un lugar que solía ser el centro bullicioso de la actividad humana co seres humanos pacíficos y encerrados en un prisión al aire libre por Israel, yace ahora en ruinas. Las calles, que antes estaban llenas de vida y movimiento, se han convertido en pasajes desolados, salpicados de escombros y vestigios del pasado. A día que escribo este texto hay 9000 muertes más de la mitad niños. El argumento de Israel es que Hamás dispone a su propia gente  como escudo, la verdad es que Israel busca  aniquilarlos. Las cicatrices de la devastación son visibles en cada esquina, como testigos mudos de un conflicto que ha dejado su huella indeleble.

En este paisaje sombrío, la sociedad se ha convertido en un engranaje frío y despiadado que perpetúa la maquinaria de la guerra. Las guerras, una tras otra, parecen alimentar la maquinaria industrial y el poder de unos pocos a expensas del sufrimiento incesante de las masas. Los horrores de la guerra, el dolor de la pérdida y la desolación parecen ser un precio aceptable para aquellos que detentan el poder y control. La humanidad, atrapada en esta espiral interminable de violencia, se ve atrapada en un ciclo destructivo de su propia creación. Este es el ejemplo del genocidio de Palestina por parte del sionismo y en connivencia con EEUU por puros intereses geopolíticos, igual que en Siria, Irak, Afganistan , Somalia etc. Siempre en nombre de la libertad, siempre en nombre de la verdad…mintiendo en realidad, haciéndonos creer en algo que es la gran estafa del sistema occidental.

Y en medio de este caos, los más vulnerables, los niños, son los que más sufren. Son testigos silenciosos de la destrucción a su alrededor, marcados por traumas que perdurarán toda la vida. La infancia, en lugar de ser un tiempo de inocencia y crecimiento, se convierte en una época de miedo y angustia.

Debemos despertar del letargo impuesto por un sistema que nos aliena y nos deshumaniza. Debemos recordar que la libertad individual, la capacidad de pensar por uno mismo y tomar decisiones autónomas, son fundamentales para preservar nuestra humanidad.

La búsqueda de la libertad no es solo un acto de rebeldía, es una lucha por la preservación de nuestra esencia como seres humanos. Es un llamado a cuestionar el sistema opresivo que perpetúa la deshumanización y la violencia. Debemos aspirar a un mundo donde la paz prevalezca sobre la guerra, donde la compasión reemplace la indiferencia y donde los niños crezcan en un entorno seguro y amoroso.

En última instancia, la deshumanización de la sociedad actual y la perpetua guerra son manifestaciones de la opresión que debemos rechazar. Debemos aspirar a un mundo donde la libertad individual y la humanidad sean nuestros pilares, donde los niños puedan crecer sin temor y donde la compasión y el entendimiento sean los principios rectores. Solo así podremos liberarnos de las cadenas impuestas por el sistema opresivo actual y recuperar nuestra verdadera humanidad.

En la telaraña de la vida cotidiana, donde el tiempo se desliza como arena entre los dedos, cada uno de nosotros tiene la capacidad de tejer hilos de compasión y justicia en el tapiz del destino. En este mundo donde la deshumanización arroja su sombra y las guerras parecen danzar en una coreografía sin fin, cada amanecer nos brinda la oportunidad de ser artífices de un cambio positivo, de romper las cadenas del sistema opresivo y abrazar la libertad. Palabra tan prostituida últimamente..

Las palabras, las acciones, son nuestra espada y nuestro escudo en este escenario de batalla por la humanidad. En nuestras mentes y corazones, la educación y la conciencia deben ser las antorchas que iluminen el camino. Leamos con avidez, escudriñemos las páginas de la historia y los titulares del presente, y sepamos discernir la verdad de la falsedad.

Al amanecer, en el umbral de un nuevo día, extendamos nuestras manos para abrazar la causa noble del voluntariado. Dejemos que nuestros corazones se llenen de compasión y empatía mientras tendemos la mano a quienes más lo necesitan, especialmente a los niños que sufren en silencio, víctimas inocentes de un mundo hostil.

Nuestras elecciones diarias, como los ladrillos de un edificio, pueden fortalecer o debilitar los cimientos de la sociedad. Optemos por el consumo consciente, apoyando productos y empresas que defiendan los derechos humanos y el bienestar del planeta. Rechacemos la cultura del desperdicio y adoptemos la filosofía de la sostenibilidad.

En las calles y plazas, en la penumbra de la noche o bajo la luz del sol, hagamos eco del activismo pacífico, manifestémonos, uniéndonos a las voces que claman por la paz, la justicia y la igualdad. Cambiemos el curso de la historia alzando la voz contra la opresión y el sufrimiento.

Foto: Paul Hansen

Foto: Paul Hansen

Cada conversación, cada encuentro, es una oportunidad para sembrar semillas de empatía y entendimiento. Escuchemos con atención, intentemos comprender las perspectivas ajenas y cultivemos la compasión en cada interacción.

En nuestras relaciones personales, recordemos que la verdadera revolución comienza en el corazón. Practiquemos la empatía y el respeto hacia los demás, tejiendo lazos de entendimiento y fraternidad en un mundo herido.

El viaje hacia la liberación es un camino de aprendizaje continuo. Mantengamos nuestras mentes abiertas, dispuestas a abrazar nuevas perspectivas y a cambiar de opinión cuando sea necesario. La rigidez en el pensamiento es un obstáculo para el progreso.

La educación, como una piedra preciosa, debe ser compartida con generosidad, sin doctrinas. Conversemos con familiares, amigos y colegas sobre cuestiones importantes, despierten la curiosidad en sus corazones y alienten la reflexión.

Extendamos nuestro apoyo más allá de las fronteras y abracemos la solidaridad internacional. Ayudemos a las organizaciones que trabajan incansablemente en Palestina , ofreciendo un rayo de esperanza en medio de la desolación.

En resumen, cada día es una página en el libro de la vida que escribimos junt@s. En nuestras manos y corazones reside el poder de tejer una narrativa de compasión, justicia y libertad en un mundo que anhela desesperadamente el cambio. Como protagonistas de esta historia, estamos llamados a ser la luz que disipa las sombras.

 

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